viernes, 12 de noviembre de 2010

Los etruscos no hacen huelga.

Hoy es de esos días en los que te levantan las vibraciones de la lluvia en el cristal y en la persiana, como si sonara un instrumento africano en tu cabeza. Te incorporas intentando esquivar las sábanas perdidas en el suelo y las gafas y el libro de Stendhal que tan feliz te hace por las noches. Miras el móvil y tu madre te ha llamado tres veces en la noche, y comprendes que por mucho que huyas siempre te atraparán los tuyos.

Te lavas la cara, te limpias los dientes con el cuidado de un cirujano y buscas a

lgo de ropa que desprenda buen olor, no importa la conjunción de colores. Agarras la bufanda, metes los libros en la bolsa y sales a la calle, y en ella te golpea el látigo de la lluvia, una lluvia fría que te hace recordar el holocausto y el genocidio armenio.

Te diriges al metro y la gente protesta. Hoy de nuevo huelga. No salen trenes en todo el área metropolitana de París. En ese momento la lluvia arrecia y a ti no te gustan los paraguas.

Queda media hora para que empiece tu clase de todos los días, para definir con la mirada clavada en el metro cuadrado de ventana el número de hojas que el otoño gana de los árboles.

Coges el autobús y está lleno de gente. A tu lado un señor huele muy mal y una preciosa c

hica se maquilla. Piensas que es el Eros y el Thanatos. No hay banquetas disponibles y la gente te roza con sus abrigos y moja tu impecable chaqueta.

Llegas a tu destino. ¿Es tu destino? Mascullas entre dientes mientras cruzas la calle entre charcos y semáforos que no buscan el verde.

En la entrada de tu universidad el señor argelino te pide el carnet identificador. Tú te estás mojando pero eres peligroso de poder portar una bomba. Al suelo, coño, piensas para tus adentros.

Comprendes que el guardia de seguridad es un trabajador más, una víctima de tu día que no eligió cruzarse contigo. Lo despides como a un hermano.

Abres la puerta del hall. Estás empapado de barro y en tus hombros caen hojas amarillas. Ves el pasillo bloqueado por una barricada de puertas, sillas, mesas y escombros. ¡Es la guerra! La policía acordona la zona.

¿Qué ocurre esta vez? Los niñatos de papá que cobran 1300 euros al mes se aburren. Vas al restaurante. Cerrado por huelga. Hoy comes mierda, como El coronel. No puedes más, estás harto, quieres tu brasero con tus padres y tus películas de Navidad. Das la vuelta al edificio y encuentras la clase.

El profesor espera sentado tu entrada de gladiador romano herido por la lluvia. Los etruscos no hacen huelga. Piensas con ironía. Y las dos horas de clase te arrastran hacia lugares insospechados. Y sin saber por qué escuchas al profesor y lo entiendes. Habla de la escena de una película de Fellini donde están construyendo el nuevo metro de Roma y encuentran una pintura etrusca. Esta, al contacto con el aire se quema y los obreros observan como poco a poco los colores se vuelven negros, y sienten que han sido elegidos para hacer esa tragedia bella, y lloran a la vez.

Y el profesor termina de describir la escena y pregunta si alguien sabe el título. Y tu eres el único que lo sabes. Roma se llama. Lo dices con orgullo, con un esforzado acento francés, y los demás te miran con odio. El gladiador se levanta.

¿Y por qué lo sabes? Porque hace dos años, en Granada, en la biblioteca de Letras de tu facultad, siempre cogías un libro indefenso y humilde para aliviar tus veinte minutos de visita al trono sagrado del servicio del Ala este del edificio, y ese libro era el guión de la película.

Acaba la clase y piensas, mientras sabes que la comida será un viaje entre charcos, y piensas, que los etruscos eran más listos que los franceses.

2 comentarios:

  1. O sea que los hijos de papá son los que han hecho que toda la prensa nacional noticiara que en la ENS hay gente que cobra menos que el sueldo mínimo y no el que no puede irse a un kebap un par de veces más de lo que está acostumbrado?

    Cómete un Etrusco, anda.

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  2. Tras saciarme con el etrusco, le diré que esos niñatos que promueven la huelga en la ENS son los mismos que nunca han dirigido palabra con los trabajadores, que cogen su plato de comida sin decir unas gracias (lo he visto yo, he hablado con el personal de la cocina)y que se pasan horas delante del espejo para estar guapos en todas las manifestaciones.

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