miércoles, 13 de octubre de 2010

Sagrados y Profanos




Al igual que en España se enseña desde muy pequeños a gritar y vitorear a las vírgenes y santos cuando pasan por las calles principales de una ciudad, lo franceses educan desde el nacimiento en una cultura democrática y de protesta.

En lo que llevo de estancia en París, he podido ver con mis ojos seis huelgas generales (entre transportes y trabajadores) con sus respectivas manifestaciones. Los motivos d

e la huelga están claros: se debe evitar a toda costa que la edad de jubilación pase de los sesenta actual, a los sesenta y cinco.

He asistido a un par de ellas, la primera por casualidad, ya que el metro estaba cerrado y solo podía desplazarme a pie (el itinerario de la manifestación coincidía con el mío). Pero a esta última he ido por propia voluntad, y más como espectador que como manifestante, porque realmente, siguiendo con el paralelismo inicial, una manifestación en París es una procesión laica. Se pueden ver padres con el carrito, portando a sus hijos y con banderas de cualquier ideología; se pueden apreciar estudiantes, ancianos, trabajadores y gente con corbata y maletines, todos cantando y envueltos en una gran fiesta con himnos y banderas.

La manifestación ha atravesado todo el Boulevard Saint-Germain y ha conclu

ido en la Bastille, plaza simbólica para todo el mundo porque se iniciaron los procesos revolucionarios en 1789. A la altura de Saint-Michelle, en pleno barrio universitario, las protestas se han intensificado y se han podido leer pancartas que recordaban mucho a aquel Mayo de hace ya 42

años, como “bajo los adoquines está la playa” o “¡te amo! Oh, díganlo con adoquines” o “la barricada cierra la calle pero abre el camino”. Ha pasado mucho tiempo de ese Mayo y los tiempos han cambiado tanto que están volviendo al mismo lugar, algo que debe preocupar a quien sea pertinente, porque si bien es cierto que ya no hay adoquines, hay brechas en

las calles que dejan entrever las viejas estructuras y los antiguos pavimentos. Ojo a los tiempos.

Algo curioso que no he encontrado en la manifestación ha sido a chicos jóvenes y morenos sin camisetas y fumando droga, a la vez que bebían cerveza en botella de cristal y llevaban a sus perros sueltos y sin cadenas, hecho al que estoy muy acostumbrado en mis años granadinos. Pero cada país tiene su especialidad, por eso en Francia jamás encontraremos una procesión de Semana Santa como Dios manda, y en España si.

No saben lo que se pueden llegar a perder estos franceses que sólo saben manifestarse.

2 comentarios:

  1. Queda lejos aquel mayo, queda lejos Saint Denis,
    que lejos queda Jean Paul Sartre, muy lejos aquel París,
    sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:
    las ostias siguen cayendo sobre quien habla de más.

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  2. Le aseguro, querida Bovary, que esos dias estan muy muy lejanos

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