sábado, 28 de mayo de 2011

Vidrios rotos



Y por si acaso cae la lluvia a nuestro paso, procuraremos mojarnos lo suficientes para saber lo que estamos sintiendo. Porque minutos antes, Élmer se encontraba en un Quai cualquiera, enfrente de la Ile de Saint Louis, a su izquierda Notre Dame, y veía como los aviones quebraban por sus torres y se escapaban hacia Johannesburgo, hacia Buenos Aires, hacia Sidney o hacia Nueva York, y no comprendía como la gente podía salir de esta ciudad, que está viva, que hace a las personas estar vivas, como los ángeles que descubren en una noche de pasajeros que tienen sexo, y que ese sexo es un pecado placentero.

A su lado estaba Viernes, que había llegado a la ciudad en tren, en un mes equivocado, con un pañuelo multicolor que le hacía el cuello más esbelto y misterioso, y unas gafas de pasta sin cristales, y con un aíre de “yo ya me conozco París y no es para tanto”. Pero Nena, París es mucho más que una calle y un vino, es una luz que de repente explota en un bar de Saint Germain, o una columna de fuego que nace en Bastille y arrasa Saint Paul hasta llegar a tus ojos.

Hablaban como si nada. Llevaban casi un año sin verse pero parecía que el tiempo había dejado de existir. Élmer notaba que sus manos no le respondían. Cerraba los ojos e intentaba guiarse con el aire que olía salado. Caray, desde aquí se ve el mar, pensaba mirándole a los ojos a Viernes. Él, ajeno a todo, no sabía que ella estaba igual de nervioso que ella.

Y en el cielo asomo de tormenta. ¿Cómo tiene que ser mojarse paseando por el Marais? Ambos se levantaron. Dejaron las cervezas, vacías, como recuerdos vanos, en el primer contenedor que encontraron, y atravesaron la Ile de Saint Louis, deteniéndose en cada puente, porque se sentían vivos, y se sentían jóvenes como nunca se habían sentido. ¿Cuántas peleas han hecho falta para traerte hasta aquí? ¿Cuánta mierda en nuestras palabras? Cállate Élmer, que ya estoy aquí. Mira si los puentes tiemblan ante los besos de las parejas. Y ella se alejaba con una mirada que parecía una ráfaga de arena.

Entraron en el Marais. Élmer me dijo que era sábado, y que el cielo tenía una luz impropia para estar a punto de llover. Caminaban cada vez más lentos. En el otro lado de la calle los rabinos rezaban con su Torá abrazada y los pecados salían del cuerpo de los turistas, que buscaban esquinas para besarse y echarse fotos. Esta tarde es un año en el desierto. Necesito que llueva. Viernes no soportaba ver a las parejas haciendo ejercicios de amor mientras ella se quedaba sin su beso. Agarró de repente a Élmer de la mano. Sin que él le diera tiempo para replicar, ella ya le estaba diciendo que se callara, que no se podía pasear por París sin agarrar de la mano a alguien.

Luego sucedieron laberintos que morían en plazas cerradas. Casas de ocupación momentánea. Grupos de Jazz que miraban la música como una diosa poseída y negra. Homosexuales que sentían la libertad del beso ante una parada de semáforo. Burgueses con pañuelos que tomaban vino en las mejores terrazas. Pistolas afiladas que suenan como campanas. Joder Viernes, por qué no viniste antes, pensó Élmer, pero no llegó a decírselo.

Se sentaron en una terraza. El camarero era español, pero ninguno hizo el ademán de demostrarlo. Un vino. Una cerveza. Qué quietos se quedan los ojos cuando ya se han acabado las palabras. Élmer sintió un charco en su interior. Viernes se aproximó hacia el cuerpo menudo de Élmer. Élmer lo venía venir. Cerró los ojos. Viernes intuyó en los ojos cerrados que se trataba de un consentimiento. Se acercó cada vez más rápido. Élmer preparaba sus labios. En la esquina, los rabinos rezaban con la Torá abrazada. Los pecados se rociaban entre turistas y amantes. Se besaron. Ruido de muebles al caer las copas al suelo.

3 comentarios:

  1. Erotismo europeo.
    Deseo a la foie.
    Nunca la lluvia fue tan sibarita.
    Nunca el amor supo tan champan.
    Paris con orgía callejera,
    Hemingway sin tumba
    y viviendo así tan felices...
    aún creyendo que Paris ya no es una fiesta.

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  2. París es siempre una fiesta...

    Y al final la lluvia vino de otro lugar

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