sábado, 9 de octubre de 2010

París bien vale un peinado

Las cosas pudieron haber acaecido de cualquier otra forma y sin embargo sucedieron así.

En una plaza que acorta la calle d’Ulm, a cincuenta metros del Pantheón, vive una señora que quizá sin saberlo, quizá sin intención, ha transformado mi vida parisina.

Pared con pared con una librería argentina que vende libros sobre la revolución cubana, ella amanece todos los días con sus armas en la manos y a las nueve de la mañana enciende su mesa de operaciones y su laboratorio del horror.

La historia en si no tiene mucha más literatura, así que expondré a continuación las causas, el motivo, los hechos y las consecuencias de esta peculiar visión de la vida.

Causas:

Corría el mes de Junio, terminando los exámenes, cuando esquilé los últimos residuos del invierno que se hallaban en mi cabeza. Acudí a una peluquería con galones, junto a mi pequeño apartamento granadino de Plaza Trinidad. El peluquero era, según las últimas estadísticas, tricampeón de España y séptimo del mundo. Así que me dirigí ciego por los títulos con la esperanza de llegar a Septiembre con una nueva estética para París.

Motivo:

La búsqueda de un nuevo origen a mi pensamiento, que debía partir también de una nueva estética renovada y más acorde con los años sesenta franceses que con los que en aquellos meses llevaba.

Hecho:

Llegué a las once de la mañana del Miércoles ocho de Octubre de 2010 a la peluquería d’Ulm. Me atendió una señora amable de unos cincuenta años que parecía sacada de una película de niños-detectives con perro. Me dijo que confiara en ella y yo confié en ella. Empezó a lavarme el pelo, a acariciarlo con un gesto muy sensual, alisaba los rizos, tocaba las puntas, penetraba hasta la piel y dejaba recorrer sus uñas por toda la superficie hasta la nunca. Perro agarró las tijeras y comenzó a cortar…

Antecedentes de las consecuencias:

Desde que entré en la Universidad de París, he hecho todo lo posible por reírme y buscar comicidad en el peinado desproporcionado de los estudiantes franceses.

Consecuencias:

Me miro al espejo y veo uno de esos especímenes estudiantiles. Siento la falta de socialización entre el sector femenino y un rechazo frontal de mi familia y amigos al hablar por Skyp.

Conclusión:

Justo al lado de la librería Argentina, hay un lugar donde una señora con tijeras en la mano se empeña en hacer la vida un cuento de Jorge Luis Borges. La aplaudo por ello.

3 comentarios:

  1. Tus vecinos de Granada,los tricampeones,tambien te acariciaban el pelo pero más baratos.

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  2. si, pero también me acariciaban con otras intenciones....

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